El amor es un árbol

Me ha tomado meses sentarme a escribir sobre esto. Mientras tanto, el blog se ha quedado detenido en el tiempo, suspendido en un instante que huele a especias y pino y chocolate caliente y papel de regalo.

¿Por qué? No estoy segura. Los motivos superficiales (no por eso menos contundentes) son claros: falta de tiempo, cansancio, la pena de no poder haber invitado a todos los que van a recibir este post, la revolución física y emocional de mi segundo embarazo. Pero creo que hay más detrás de todo eso. Tanto F como yo hemos trabajado en producciones de espectáculos gigantescas y ambiciosas (así fue como nos conocimos), pero nunca tan exigentes como la pequeña celebración con la que nos casamos, el 5 de abril de este año.

Fue algo que empezamos a planear desde el principio de nuestra relación, en el verano del 2006. Nuestra boda sería preindustrial; no usaríamos electricidad, sería de día, la banda sonora estaría compuesta exclusivamente de la música que nuestros amigos y familia quisieran tocar para nosotros, tendríamos una sola gran mesa y muchas flores silvestres y animales asados al aire libre y sería en la casa de mi abuelo, en Chaclacayo, en honor a un pedido que me hizo hace muchísimos años y para cerrar el círculo de una infancia feliz, convirtiéndolo, como en el truco de los linking rings, en la chispa de una futura vida en el campo.

Y lo logramos. Con mucha ayuda de los amigos, tuvimos nuestro matrimonio hecho en casa, tal como lo construimos en nuestras mentes hace más de 3 años. Y recién nos estamos recuperando. Como dice mi gran amiga Micaela Velaochaga, que se ocupó durante todos los preparativos del servicio de monitoreo prematrimonial, chequeando periódicamente el estado emocional de la novia y dando valiosa asesoría en temas prácticos, tener una boda simple es mucho más complicado.

Algo que hasta ahora me pone feliz cada vez que pienso en eso es que todas las personas involucradas tenían una relación especial con nosotros. Los partes los hicimos con un tipografista del centro, gracias a la ayuda de Patricia Oga; escribimos los nombres y los lacramos a mano. La decoración fue hecha a pulso por mi mamá, Pepita, nuestra amiga Ana María, mis hermanos Saphie, Antonio, Anaí y Gabriel, la linda Edi y mi papá, Alfio. En la mañana del gran día F y Florencio, que fue mano derecha de mi abuelo durante décadas, se treparon al centro del toldo y colgaron un gran anillo, una corona élfica, de eucalipto con cintas de colores.


Mientras los invitados eran recibidos con frutas congeladas, preparadas, como el resto de la comida, por mi primo (ya bueno, tío) Karel D'Onofrio y su novia, Daniela Vargas (hacen lasagnas a domicilio bajo el nombre de Danka, en el 99 408*3840), y frescos brebajes a cargo de nuestros amigos Hannah Scranton y David Torres, los artífices del café Arábica (que también proporcionaron sublimes cappucinos después de la comida y una torta encantadora),


en el cuarto de mi abuelo, Luis Salcedo, artista visual y estilista, y el encargado de nuestros rulos desde hace tiempo, operaba su magia sobre mí. Me sosegaba con su voz tranquila y borraba con sus brochas y colores el estrés físico y emocional de esta carrera contra el reloj.

Y de pronto, todo estaba listo. Tenía puesto el vestido, hecho por Susana Piqueras, la mujer de mi hermano Daniel; tenía en la muñeca la puñera y en la cabeza el tocado de plumas de pavorreal que hizo para mí mi madrina Ester Ventura.


Mi madre llegó radiante y me entregó las flores azules.


Los niños entraron vestidos de hobbits, concentrados y emocionados. Escuché detrás de la puerta piropos a mi futuro marido, con un atuendo espectacular hecho con talento y finura por Fernando Lavini.


Y de pronto las campanas.

La ceremonia estuvo oficiada por la venerable Jisen Oshiro, misionera del budismo zen en Lima, y por quien guardo tanto respeto como afecto, junto con el monje Sengen, Riushin y Sensho.

La sorpresa del día: la hermana de F, Sylvia, llegó de Chile directo a la ceremonia, después de una ausencia de más de diez años. Y los niños!!! Micael llevaba los anillos (de tungsteno, somos así de quisquillosos) y Julián los rosarios budistas. Y luego mi papi, habiendo entablado una lucha victoriosa con sus reparos anarquistas, me llevó del brazo.


Y así empezó una ceremonia que ha quedado marcada para siempre en mi corazón, y creo que en el de todos los que estuvimos respirando juntos ese día. A pesar de los ensayos, nada me había preparado para tal intensidad, tal pureza, para un tiempo tan delicado que temía respirar.


Arturo y Patricia Higa nos regalaron la música y la diáfana presencia de su cuñada, Erika, quien guarda la tradición del baile y la música japonesa.


Y después de los abrazos a toda la gente maravillosa que atravesó la carretera central y resolvió el siempre complicado problema de qué ponerse para un matrimonio de día en el campo,




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Erika bailó para nosotros la danza del águila.

Como quien transmite un mensaje urgente de los dioses.

Y así empezó una tarde de música,


amigos,
Añadir imagenantiguos ritos de fertilidad,

(mmmm la torta de zanahoria de Hannah!)

y un final de fuego y aire.

(unas semanas después mi hermanito Julián encontró lo que él jura que es un pedazo del globo, en su casa en Chosica.)

Sobre las fotos

La mayoría de las fotos en este post (como estas dos que siguen, por supuesto) son de Musuk Nolte.

Las demás nos las enviaron amigas. Y Daniela Villalobos hizo un precioso álbum en shutterfly.

Y así empieza una nueva etapa. El blog regresa a la vida, y nosotros empezamos de nuevo, una familia de tres que pronto va a ser de cuatro, gracias a la energía de todos los que estuvieron con nosotros ese día y los que a pesar de no estar nos dieron su amor.

(Me tomó tiempo comprender que el amor recíproco es el único que sirve para construir.)

Besos para todos,

A

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Aquí una lista de blogs y demás muy útiles para la novia do-it-yourself, léase terca, maniática y empedernidamente romántica.

Offbeat Bride
Conscious Weddings
Indiebride