La gran aventura

Estábamos sentados en un café sobre la Plaza de Armas del Cusco. No en cualquier café: en el Trotamundos, EL café en la Plaza de Armas del Cusco. Era nuestro último día en ese viaje. Era junio, y había vuelto a Cusco después de diez años.  Esa noche, viendo la Catedral iluminada desde el balcón del café, Frank y yo tomamos la decisión. Dejaríamos Lima, como queríamos hacer desde hacía tanto tiempo. Viviríamos en esta pequeña joya entre los Andes, que de noche se ilumina como un diorama.

Han pasado 8 meses y hemos logrado dar todos los pasos para cumplir la promesa que nos hicimos esa noche. Dentro de un par de semanas dejaremos esta casa en la que hemos vivido juntos durante cinco años, dejaremos nuestro barrio con su microclima transilvano, las moras de las calles, el café de los amigos. Empezaremos una aventura total, en una casita con árboles frutales y futuros cuyes y ovejitas para que les enseñen a los niños la astucia y la paciencia. Aprenderemos a vivir en una ciudad con clima de verdad. Haremos nuevos amigos, abriremos nuestra primera heladería, continuaremos con nuestro plan de transformar nuestra realidad. Los niños tendrán los cachetes rosados y las manos negras y fragantes de tierra y eucalipto.

Y, sobre todo, haremos muchas más cosas en casa. Es lindo saber que seguirán estando al otro lado de la pantalla.

casita cusco