Corazón de alfajor



Hoy es el cumpleaños de Arrigo Pinasco, más que mi abuelo, mi Nonno; quienes hayan estado cerca de una bulliciosa y temperamental familia italiana sabrán a lo que me refiero. El Nonno Arrigo era enorme (Nonno Barrigo, le decíamos sus nietos, y él sonreía pero creo que nos quería matar), temido por muchos e incluso por mí cuando tenía, por ejemplo, que pedirle permiso para ir a la fiesta del Casino de Ancón ("Nonno, puedo-" "¡¡NO!!", rugía, y yo temblé durante años hasta que me di cuenta de que era su sentido del humor. Y que bastaba con sonreír para que me dijera, "Por supuesto. Estás de regreso a las 9:43 con 13 segundos." "Pero si a esa hora recién empieza..." "Entonces a las 9:41."). Pero en realidad tenía un gigante corazón de galleta, solo revelado a algunos afortunados. Y valientes, claro.

Desde chiquita me encantaba quedarme a dormir a su casa los fines de semana. Como él siempre seguía el sol, en invierno era Chaclacayo.



En verano era Ancón.



No un Ancón pituco; un Ancón pescador y jovial, en el que íbamos a pescar de madrguada (a quién trato de engañar. Él salía a pescar de madrugada; a mí me recogía del muelle a las 10 de la mañana, con mi libro, mi sombrero de paja y una canasta repleta de piqueitos para los amigos que iba encontrando en el mar).


Volvíamos a un festín marino en su balcón frente a la orilla; me apoyaba sobre la reja para mirar el malecón de ondas hipnóticas blancas y negras, hasta donde llegaba la música de sus vinilos de tarantelas o de Modugno o de su amado Pavarotti. O de Mocedades, je.



Al atardecer salíamos a pasear a la confitería D'Onofrio, a comer salchipapas y milkshakes, o en la dirección opuesta; me encantaba caminar hasta el edificio La Sirena, donde una señora preparaba unos guargüeros y alfajorcitos de cuento. Volvía al departamento con una cajita de cartón llena de miniaturas de masa quebradiza cubiertas de azúcar impalpable y rellenas de manjarblanco, con el mar enfrente, tachonado de yates y veleros y el reflejo de las luces que empezaban a encenderse en el malecón, bajo el cielo magenta y el letrero de IncaKola.

Hace dos días me vino un antojo incontrolable de alfajorcitos, pero no de los remedos secos y enormes que se encuentran en todas partes; ne-ce-si-taba los alfajores de La Sirena, o los que vi preparar a mi tía Talía cuando ella vivía en el edificio del Casino: masa tierna como el brazo de mi hija, cortada en círculos impecables con una copita.



 En Cusco es impoible encontrar algo así, así que decidí hacerlos en casa. Para que mi tercer bebé no me salga con cara de alfajor. Aunque no estaría mal.

Busqué en la web y caí en un blog que ya me ha sido muy útil antes: el Rincón Repostero, de Verónica Rebata, quien se da la chamba de responder todos y cada uno de los cientos de comentarios que le dejan en cada post y resolver todas y cada una de los cientos de consultas culinarias que le hacen. Ella tiene dos recetas, la de alfajores de maicena y la de alfajores de harina. Los de maicena, que se disuelven en la boca pero son más polvorientos en la lengua, no eran los que ne-ce-si-taba, sino los de harina, dorados y frágiles. Para mi alegría, el primer intento con su receta fue perfecto, exactamente el alfajor anconero (Gracias Verónica!). Nos comimos los 25 en un día. Así que mi plan de llevarlos a El Hada, nuestra heladería y confitería, fue aplazado hasta hoy, en que los presentaremos como un homenaje a los episodios felices y al Nonno Arrigo, gritón y genial, amante del mar y del campo, de la buena mesa y de la pesca matutina. Para ti entonces, Nonno, con todo mi amor y gratitud, no porque hayas sido dulcero sino por tu corazonsote de alfajor.



Alfajorcitos 
250 gr. de harina sin preparar
42 gr. de azúcar impalpable
225 gr. de mantequilla con sal, a temperatura ambiente y en cubos
Manjarblanco para rellenar (el oscuro, acaramelado)

Precalienta el horno a 150°C (170°C en altura).
Cierne el harina con el azúcar impalpable. Ponlos en el tazón de la batidora junto con la mantequilla (aunque los reposteros suelen usar mantequilla sin sal, yo uso siempre mantequilla salada, para darle a todo postre su recutecu).


Usa el accesorio de paleta si es una batidora de mesa, o los de amasar si es batidora de mano. Mezcla lentamente, hasta que todo empiece a juntarse. Échala en una superficie enharinada y forma una bolita con las manos.


Estira la masa con un rodillo enharinado hasta que tenga menos de medio centímetro de espesor. Ayuda mucho voltear la masa a cada tanto, para que no se pegue a la mesa. Suelo estirar un poco este tipo de masa entre dos láminas de plástico y refrigerarla un rato para que sean más manejables, pero al hacer alfajores me gusta que la masa sea tibia y suave y quisquillosa, así que la estiro recién mezclada.

Corta redondelas con un cortador de galletas de unos 3 cm. de diámetro o con una copita (mi favorito). Hornéalas hasta que estén ligeramente doradas. El tiempo depende del horno y de los m.s.n.m; en Cusco unos 25 minutos, en Lima entre 15 y 20. Déjalas enfriar antes de rellenar parejas con manjarblanco, aunque no tienes que tener esa paciencia tampoco. Me encantan los alfajores tibios y recién rellenos. Es entonces cuando son de sirena anconera.



NOTA: Los lindos amigos de Lima Daily Secret nos contaron que Sara, la maga de La Sirena, reparte sus maravillas en Lima fuera de temporada. Aquí el dato: "La Sirena queda en el Malecón San Martín 330, Ancón. El nextel de Sara es 609*7073 y sus otros numeros son 015521457 (en verano) y 014883760."

La receta original en El Rincón Repostero, el blog de Verónica Rebata.
http://blogs.elcomercio.pe/rinconrepostero/2010/08/alfajores.html

Pan egipcio y dukkah para un día delicioso



'Original' viene de 'origen', nos reveló una tarde un profesor en la facultad de Literatura, y de golpe me despertó de mi hibernación postprandial. Levanté la cabeza de la carpeta, m mente dio un vuelco y desde entonces rebusco en la tradición cada vez que quiero encontrar un empujoncito para entusiasmarme por la vida. Tal vez por eso me pareció tan apropiado que este tentempié egipcio antiguo que preparamos ayer haya sido tan sorprendente: un pan plano y una mezcla de especias y nueces tan exóticos como reconfortantes.
La receta la adapté de uno de mis libros favoritos, Delicious Days, de la bloguera muniquense Nicole Stich; su dukkah lleva piñones y avellanas, que remplacé por almendras. Como en el curry, esta mezcla de especias tostadas y molidas (la palabra 'dukkah' indica moler en mortero) varía de casa en casa; puede ser tan simple como menta, sal y pimienta, pero lo que suele llevar es semillas de culantro, pimienta, sésamo, nueces y comino.
El pan y la mezcla de especias es tan fácil que se puede hacer con niños o con invitados mientras se conversa; genial para ir picando, o para acompañar una cremita de zapallo y gengibre, o algo así... El método es parecido al de la piadina: es un pan cocido en sartén que se parte con los dedos, se hunde primero en aceite de oliva y después en el dukkah. La piadina es como entrar en una casa con chimenea después de una tarde cruzando la nieve. El pan egipcio con dukkah es como entrar en la trastienda de un kiosko de un bazar oriental. Y que me disculpe mi profe de Literatura por las metáforas, que no le llegan ni al tobillo a la temperatura, los colores, las texturas y los sabores de esta delicia antigua.

Pan egipcio
20 gramos de levadura fresca o 1 cdta. de levadura seca
1/4 cdta. de comino entero (lo vas a moler, pero recién molido es mucho más fragante)
300 gr. de harina sin preparar
1/2 cdta. (colmada) de sal marina fina
1 cda. de aceite de oliva
Harina adicional para amasar

Disuelve la levadura en 200 ml. (casi una taza) de agua tibia (es importante que no esté demasiado caliente; un poquito más que la temperatura corporal es suficiente para no matar a los bichitos de la levadura).
Vierte el harina en un tazón. Añádele la sal. Muele el comino en un mortero y añádelo a la harina. Mezcla todo bien. En una hendidura en la harina echa la levadura disuelta y el aceite de oliva. Mezcla todo con las manos y vuélcalo en tu mesa enharinada. Amasa hasta que tu masa esté lisa. Rocíala con harina, tápala con un secador limpio y déjala reposar, entre 15 minutos y media hora.
Mientras tanto...

Dukkah
5 cdas. de almendras (puedes usar la mezcla de nueces que te parezca)
2 cdas. de ajonjolí (usé ajonjolí negro, porque era el que tenía a la mano)
2 cdas. de semillas de culantro
2 cdas. de comino entero
1 cda. de pimienta (usé mi mezcla de pimienta negra, blanca, molle y pimienta de chapa, pero puedes usar solo pimienta negra)
1 cdta. de sal marina

Pica las almendras (o las nueces que esté usando) y tuéstalas con el ajonjolí hasta que esté todo dorado y fragante. Échalas en un cuenco. Pon en la sartén las especias (no la sal) y tuéstalas por un par de minutos. Muélelas en el mortero (si tienes procesador, dale). Mezcla todo: las almendras tostadas, las especias tostadas y la sal.

A comer!
Precalienta el horno a 80°C. Calienta la sartén en la que tostaste las almendras y las especias.
Amasa un ratito la masa y divídela en ocho partes más o menos iguales.
Enharina tu mesa. Forma una bolita con una de las partes y estírala con el rodillo lo más que puedas.



Echa un poquito de aceite de oliva en la sartén. Pon el disco de masa en la sartén y rocía unas gotitas de aceite de oliva en la cara de arriba. Cuando el pancito tenga marcas oscuras en la parte de abajo, gíralo. Lo verás inflarse hermosamente. Retíralo de la sartén cuando tenga también sus marcas oscuras abajo. Ponlo en el horno para que siga calentito. Repite con las otras partes de la masa, o resérvalas para estirar y comer después.
Sirve los pancitos con aceite de oliva en un platito y dukkah en el otro. Parte un pedacito con las manos, mójalo en el aceite de oliva y sumérgelo en el dukkah. Repite ad lib. Entra en el bazar oriental de tu mente. Nos vemos ahí.