Mi regalo
El martes cumplí 39 años. Siempre he asumido mi cumpleaños a plenitud; nunca he entendido mucho a las personas que odian su cumpleaños, que no le dicen a nadie o se empeñan en que sea un día normal, solo que un poco más amargado. Desde niña mis padres me hacían cumpleaños caseros y memorables, cuando crecí mi abuelo me llevaba a algún restaurante para grandes, cuando cumplí quince me regaló un anillo que últimamente se me ha dado por ponerme. Tuve una larga etapa fiestera; desde hace unos años, aunque ya no me da el alma para bailar toda la noche, he procurado que igual sea un día diferente, un día para disfrutar de la gente que amo y sentir el aire en la piel y si tengo suerte el sol en los hombros.
Esta vez fue diferente. Desperté de madrugada, como cada día, gracias a mi pajarito bebé, que necesita su leche matutina para hacer la última siesta antes de empezar el día. Y pensé en mi madre, que a esa hora hace 39 años estaba en trabajo de parto. Tenía quince años, se sentía bastante sola y su vida se había complicado repentina, irremediablemente. Cada vez que hablo con ella de eso me dice que para nada, que fui una bendición, que me amó desde el principio, pero sin que todo eso deje de ser cierto, las cosas como son: no puede haber sido fácil para mis padres tener que convertirse en adultos de la noche a la mañana.
Ese ha sido uno de los factores que han diseñado mi vida. Creo que siempre he sentido que mi vida tiene que valer la pena. Que tengo que aportar lo máximo de mí para que haya sido por algo el revuelo que causé al llegar al mundo.
Mi abuelo paterno se ocupó de mí; en cuestiones prácticas, como pagarme la mejor educación disponible, pero fue mucho más allá. Sus casas eran mi roca sólida, lugares que nunca cambian, espacios de aprendizaje y gozo y estructura. Su mundo abrió una ventana en mi percepción; su amor por la ópera y la comida, sus viajes cada año fuera del país y su conocimiento pleno de cada rincón del Perú; sus enciclopedias abiertas frente al Geniograma Difícil, su colonia, sus ternos y gemelos, su puntualidad y disciplina, la alacena siempre llena y los corrales cuidados, su conciencia de que hay un lugar y un tiempo para el trabajo y que a esas alturas de su vida tenía todo el derecho del mundo a consagrar la otra mitad de la semana a vivir la vida, con energía y dedicación.
Una persona que ha tenido un benefactor ha crecido entre dos mundos. Recién el 3 de diciembre del 2013 me di cuenta de todo lo que eso implica. Abrí los ojos y el cielo estaba azul casi gris, fresco, y agradecí a mis padres, María Josefa y Alfio, y a mis abuelos Arrigo, Nina, Piruco, Suzanne y mi nonnastra Silvia, por darme una infancia encantada y tanto amor que hasta ahora me siento sostenida por él. Alguna chispa habrán encendido en mí que me permitió aprender a darme a mí misma cariño, o caraños, como dice mi pequeña Celeste. Por eso este año decidí darme dos regalos: una torta tal cual la quería, y escribir este post.
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Mi torta de cumpleaños
Basada en la Devil's Food Cake de David Lebovitz y en la chantilly de chocolate del libro Vintage Cakes, de Julie Richardson.
Biscocho:
115 gr. mantequilla
300 gr. azúcar rubia
210 gr. harina sin preparar
9 cdas. de cocoa
1/2 cdta. sal marina
1/4 cdta. polvo de hornear (añádele 1 cdta. de bicarbonato si estás al nivel del mar)
2 huevos de corral
1/2 taza de café
1/2 tz. de leche fresca
115 gr. mantequilla
300 gr. azúcar rubia
210 gr. harina sin preparar
9 cdas. de cocoa
1/2 cdta. sal marina
1/4 cdta. polvo de hornear (añádele 1 cdta. de bicarbonato si estás al nivel del mar)
2 huevos de corral
1/2 taza de café
1/2 tz. de leche fresca
Chantilly de chocolate:
3 tz. crema de leche
170 gr. de chocolate de 55% o más (si es cobertura normal, ponle el doble)
1/2 cdta. canela en polvo
1/8 cdta. de sal marina
2 cdtas. extracto de vainilla
3 tz. crema de leche
170 gr. de chocolate de 55% o más (si es cobertura normal, ponle el doble)
1/2 cdta. canela en polvo
1/8 cdta. de sal marina
2 cdtas. extracto de vainilla
1 kilo de fresas sin hojas: la mitad enteras, la mitad cortadas en dos (no usarás todas pero mejor que zozobre a que fafalte)
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Precalentar el horno a 175ºC.
Preparar un molde de unos 20 cm. de diámetro: ponerlo sobre papel manteca, dibujar un círculo alrededor de la base, recortarlo. Cortar tiras para forrar las paredes (es mejor que sobresalga un poco).
Enmantequillar el molde. Poner el círculo de papel manteca en la base y las tiras de papel manteca en las paredes. Volver a enmantequillar, esta vez sobre el papel manteca. Con un pequeño colador, espolvorear cocoa en la base y dar golpecitos, girándolo, hasta cubrir el fondo y las paredes.
En una batidora, de preferencia con el adminículo de paleta, (o en un tazón con cuchara de palo y bastante energía), batir la mantequilla y el azúcar hasta que la mezcla esté ligera y cremosa.
Mientras tanto, mezclar en un bol el harina, la sal, el polvo de hornear (y el bicarbonato si estás al nivel del mar) y la cocoa. Pasarlos a otro tazón, cerniendo.
Mientras tanto, mezclar en un bol el harina, la sal, el polvo de hornear (y el bicarbonato si estás al nivel del mar) y la cocoa. Pasarlos a otro tazón, cerniendo.
Bajar la velocidad de la batidora y añadir los huevos, uno por uno, deteniendo la batidora y pasando una espátula por el tazón después de cada huevo.
Mezclar el café y la leche. Añadir, alternando, la mezcla de harina y de leche: empezar por la tercera parte de harina, añadir la mitad del café con leche, añadir la mitad del harina restante, toda la leche y el harina que queda. Después de cada añadidura, detener la batidora y remover con la espátula.
Verter en el molde preparado. Hornear unos 45 - 50 minutos, hasta que al hundir el centro con el dedo la masa regrese ligeramente. Retirar del horno y dejar enfriar.
Mientras se hornea, preparar la chantilly de chocolate:
En una ollita a baño maría, mezclar la crema de leche, el chocolate, la canela y la sal, removiendo, hasta que el chocolate esté completamente derretido. Pasar a un tazón de acero bastante más grande que la cantidad de crema. Añadir la vainilla y mezclar. Cubrir y refrigerar. Refrigerar también un batidor de mano.
Cuando el biscocho esté completamente frío, desmoldarlo. Cortarlo en tres partes iguales (el adminículo ideal es un serruchito que se apoya en los dos extremos sobre la mesa, pero también puedes usar un cuchillo serrucho y ojo de buen cubero).
Con el batidor de mano, batir la crema hasta que esté firme y satinada. Si está bien fría, en un par de minutos estará perfecta.
Echar la tercera parte de la chantilly sobre la base del biscocho. Echar fresas cortadas. Cubrir, presionando un poquito, con la parte del medio del biscocho. Echar la mitad de la chantilly restante, y cubrir nuevamente con fresas cortadas. Cubrir con la tapa del biscocho, esparcir la chantilly restante y poner encima, de manera linda pero relajada, fresas enteras.
Llamar a tus mejores amigos para que te canten. Pedir un deseo.
4 comentarios:
Cada una de tus palabras ha tocado una parte de mi corazón. Y me siento agradecida por este "regalo". Has movido mis sentimientos y como un canto a la vida, has despertado el deseo de amar la vida tal como se presenta.
Prepararé tu receta cuanto antes!
<3 gracias enormes <3
Que mejor regalo para mi que permitir que fluya y se contagie todo lo bueno que he recibido. Te quiero mucho, se quien eres, cacle cacle!!!!
me ha conmovido e inspirado mucho tu relato, me gusta mucho el contenido de tu blog, tan personal, no nos dejes abandonadas mucho tiempo, creo que se impone un libro tuyo pronto.
saludos desde Lima
Gracias limeña anónima.
Detesto no darme el tiempo que quisiera para el blog.
Pero así es mi vida ahorita. Tengo tantas cosas que escribir aquí; espero poder volver pronto. Este lugar me alimenta y tu comentario me ha hecho bien. Espero poder reciprocarte pronto!
Abrazos,
Alessandra
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