Partidos

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Hace poco me ocurrió algo extraño. Uno de los padres de familia del salón de mi hijo envió a la lista de papás un correo, uno de esos decálogos de las cosas que las esposas deben tener en mente cuando llega un mundial de fútbol. Nada nuevo, nada original, ya saben, cosas tipo

2. Leer la sección deportiva para que tengamos tema de conversación; si no
lo hacen, no se extrañen que no se les hable durante ese mes.
3. Durante el mes entero la tele es mía, a todas horas, sin excepción. El
control, ni lo miren.
4. Si tienen que pasar frente a la tele durante un partido, pueden hacerlo,
siempre que sea gateando y sin distraer o hacer ruido.
5. Durante los partidos soy sordo y ciego. No esperes que te atienda,
escuche, mire, abra la puerta, conteste el teléfono, vea al niño que se
cayó del segundo piso, salude a tu madre, haga las compras, apague el
incendio de la cocina, etc. Nada, pero NADA !!!.
6. Deberás aprovisionar la heladera de cervezas y le sonreirás si viene un
amigo a compartir unas horitas de fútbol.
En agradecimiento, te dejaré ver tele de la media noche a las 4 de la
mañana, siempre que no haya repeticiones.

Estoy segura que he leído ese mismo texto o uno muy parecido en algún mundial anterior. Pero esta vez me chocó; la persona que lo envió lo hizo con las mejores intenciones, de compartir algo que le parecía súper gracioso. A mí no sé qué me pasó, pero no sentí nada de risa. Sentí más bien los siglos de agresión contra la mujer condensados en un email. Nos vi reducidas a una especie de mascota que hace las compras (si quieren la compañía del marido, siempre en horario fuera de partidos o repeticiones, especifica el texto), a la que hay que soportar cuando les hablan tonteras mientras ellos están concentradísimos en las peripecias de la pelota, que siempre viene con invitaciones ridículas (a menos que se trate de la casa de alguien que tiene un marido fanático del fútbol) y, lamentablemente, etcétera, etcétera, etcétera.

Leí el email en cada vez mayor estado de shock. No sé si es porque he desarrollado una mayor consciencia de cómo el discurso sexista está tan incrustado en nuestra sociedad que se cuela por todas partes, o porque he visto cómo en otros países el machismo no solo es criticado sino que no es socialmente aceptado. Lo dejé pasar unos cuantos días, pero la otra noche, volviendo a casa de hacer las compras (con mi esposo), escuché en toda la cuadra gritos ferales. Me asusté, no entendía. Los gritos se hicieron inteligibles: “Noooooo noooooo! Goooooool! Nooooooo, huevón carajo noooooooo!” Recordé el email y pensé que si no me expresaba probablemente volvería a recibir mails parecidos. Entonces escribí escueta y cortésmente que por favor no se usara la lista del salón para emails discriminatorios. Lo que pasó entonces sigue doliendo, de una manera sorda. Ningún hombre dijo nada. Dos mujeres defendieron al papá que envió el email, diciendo que hay que tener correa, que no se sentían ofendidas, que a ellas también les gustaba el fútbol. Precisamente, respondí. Por qué asumir que el hecho de que una tenga ovarios implica que no les gusta ver deportes? Y, pensé, por qué asumir que el hecho de que uno tenga testículos lo convierte automáticamente en un troglodita que deja de considerar a su mujer como su compañera, como su amada, y pasa a verla como un estorbo cuando se trata de este juego (sí, es solo un juego)?

Entonces, les escribo, queridos internautas, para que sean mi termómetro. Estoy loca, o no es tan extraño que sienta que algo está mal, muy mal, cuando uno se permite hacer ‘bromas’ sexistas (no imagino a nadie enviando por email bromas racistas) y, peor aún, cuando son las mismas mujeres las que perpetúan y validan esta actitud? Siento que la sociedad es como la construyamos, y como esposa, como mamá de un niño y una niña, no quiero que crezcan en una sociedad que los empuja a degradarse unos a otros, que los etiqueta y les dice, antes de que ellos mismos se lo pregunten, que hay cosas que no les gustan, que tienen defectos intrínsecos y sobre todo, a las mujeres, que no jodan, pues, estoy viendo el partido.

¿El sexismo vende? El portal Jezebel examina los comerciales durante el Superbowl.