Pavlova - Navidad desde las antípodas



Escribí este texto hace un año, como parte de las actividades de promoción de mi libro de cocina, La Marmita Encantada. La revista que pidió el material publicó un par de fotos, pero no el texto ni la receta. Por esto, y porque las cosas buenas no deben quedarse encerradas, comparto con ustedes esta receta, como regalo navideño. El proceso fue divertido, ya que Frank y yo convertimos el comedor en una Navidad anticipada. Gracias por acompañarme siempre, y que estos días sean tranquilos y placenteros . Feliz Navidad.


La Pavlova es uno de los postres australianos por antonomasia, aunque se pelea su autoría con Nueva Zelanda. Ambos países lo consideran un postre nacional; ambos dicen que en un tour por su país, la formidable Anna Pavlova fue homenajeada con esta delicia creada en su honor. Una ardua investigación realizada por un neozelandés y una australiana demostró que la Pavlova no es ni lo uno ni lo otro. Este postre tiene raíces alemanas, ibéricas (los Habsburgo eran fanáticos de todo lo español), inglesas y estadounidenses, con cientos de recetas que giran alrededor del merengue, la crema y la fruta antes del apogeo de la ballerina rusa. Como suele suceder, fueron los inventos y el comercio los que popularizaron este postre. El batidor Dover a manivela, creado a finales del siglo XIX, hizo que batir claras a punto de nieve dejara de ser una tortura, lo cual permitió que proliferaran los postres con merengue. Y el componente que le da al merengue de la Pavlova su corazón amelcochado, la maicena, llegó a las antípodas en los 1890 en cajas de Duryea que llevaban una receta de este estilo. Pero, indiferentemente de su origen, los australianos (y los neozelandeses) se han convertido en custodios de la Pavlova.

Este es un postre ideal para la Navidad porque no es laborioso; porque es ligero, el final perfecto para una cena contundente; porque el juego de texturas es sublime; porque la combinación de rojo sobre blanco es pura Navidad. Pero sobre todo porque su historia demuestra que no existen las fronteras cuando se trata de la buena mesa, y que la identidad se basa menos en el origen que en lo que llevamos muy cerca del corazón.




Pavlova



Para 10 comensales

Ingredientes

Para el merengue:
4 claras de huevos de corral (aprox. 130 g)
230 g azúcar (1 tz. + 2 cdas.)
2 cdtas. maicena
1 cdta. vinagre blanco
1/8 cdta. extracto de vainilla puro
1 pizca de sal

Para la chantilly:
2 tz. crema de leche
½ cdta. extracto de vainilla puro

Para el montaje:
2 tz. fresas
50 g (1/4 tz.) azúcar rubia
2 cdtas. extracto de vainilla puro
½ tz. frambuesas
½ tz. cerezas o capulí


Preparación

Precalienta el horno (solo con el calor de abajo) a 175ºC.
Corta un pedazo de papel manteca que quepa en una lata para hornear. Con un lápiz, marca sobre el papel la circunferencia de un molde de torta de unos 20 cm de diámetro.
Vierte las claras con una pizca de sal en el tazón de una batidora eléctrica. Con el adminículo de globo, bate lentamente, y luego a velocidad media, hasta que todas las claras estén uniformemente espumosas. Sube la velocidad al máximo y añade el azúcar a cucharadas. Sigue batiendo hasta que el merengue esté lustroso y firme. Espolvorea la maicena. Añade el vinagre blanco y el extracto de vainilla. Integra delicadamente usando una espátula.
Pon un poquito de merengue en cada punta del papel manteca, en el lado en el que dibujaste el círculo. Voltéalo boca abajo sobre la lata para que quede pegado. Vierte todo el merengue dentro del círculo. Con una cuchara o una espátula offset extiende el merengue sin salir del círculo, y forma una cavidad en el centro.
Lleva al horno. Inmediatamente baja la temperatura a 150ºC. Hornea durante 1 hora y 15 minutos. Apaga el horno y deja el merengue adentro, con la puerta cerrada, hasta que el horno esté completamente frío.

Mientras el merengue se enfría, deshoja las fresas y córtalas por la mitad. Ponlas en un tazón con el azúcar y el extracto de vainilla, cubre y deja reposar entre 30 minutos y 2 horas. Coloca en el congelador un tazón de acero y un batidor de mano. Ten la crema de leche en el refrigerador.
Al momento de servir, retira el papel manteca del merengue y colócalo en un plato grande. Vierte la crema de leche en el tazón congelado, añade el extracto de vainilla y bate a mano unos minutos, hasta obtener una crema chantilly con cuerpo pero relajada (no batas demasiado ya que se puede convertir en mantequilla). Coloca toda la chantilly en la cavidad del merengue y acomódala con el dorso de una cuchara. Coloca encima parte de las fresas, sin su líquido. Lleva el resto de fresas a la mesa para servir sobre cada porción. Puedes también llevar el líquido en una jarrita. Sobre las fresas pon las frambuesas (congeladas quedan deliciosas) y, si tienes, cerezas o capulí (advierte a tus comensales que todavía llevan pepas). Sirve inmediatamente, coronando cada porción con más fresas y, para quien quiera, un chorro del líquido.






Texto y receta: Alessandra Pinasco
Fotos: Frank Cebreros

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