El Bazar de Adviento, y otros pensamientos sobre la vida
Loveliest of what I leave behind is the sunlight,
And loveliest after that the shining stars, and the moon's face,
But also cucumbers that are ripe, and pears, and apples.
Praxila de Sícion (siglo V a.C.)
“Lo más hermoso que dejo atrás / es la luz del sol; / y lo más hermoso después de eso las estrellas brillantes, y el rostro de la luna. / Pero también los pepinos que están maduros, / y las peras, y las manzanas.” Este poema de Praxila estuvo resonando en mi mente el domingo antepasado, cuando fuimos, como ya es tradición, al Bazar de Adviento de la iglesia católica alemana, el cuarto domingo antes de Navidad. El próximo año estaremos dejando esta ciudad en busca del cielo azul que hace tanto tiempo queremos que nos cubra. Pero extrañaremos cosas simples y luminosas como este bazar,
que abre sus puertas después de una misa con coro celestial, y en el que cada año compramos nuestras galletitas hechas por señoras alemanas, y stollen, el pan navideño alemán híper contundente,
(y aunque solemos comprarle una corona de pino a una casera en el mercado de Surquillo, este año tiramos la toalla y compramos una de ciprés, la ultimita que quedaba, en el Bazar.)
Después de hacer nuestras compras en el sótano (concentrados porque todo se acaba volando; no encontramos ya ningún calendario de adviento, de esos con ventanitas que el niño abre contando los días antes de Navidad, y encuentra un chocolatito atrás), salimos al jardín
y nos sentamos a una mesa con mantel a cuadros a tomar sopa de lentejas y ensalada de papa con salchicha, ya que no quedaba ‘queso de hígado’ (suena extraño pero es lo más reconfortante del mundo)
y bretzel,
y, de postre, unos deliciosos, ligeros waffles.
(Claro que si eres un niño o adulto glotón puedes optar por la versión no tan ligera, y le ponen manjarblanco encima. Encima del azúcar impalpable, ojo.)
Aquí Celeste está con nuestra querida amiga Daniela, cuya madre es una de las señoras alemanas que tiene el secreto de las galletas medievales que nos alegran cada Navidad y del mejor stollen del mundo.
Pensé entonces que los alemanes que decidieron hacer este bazar de adviento probablemente lo hicieron porque extrañaban el de su país natal, así que esa noche conversé con una querida amiga alemana que vive allá donde nos vamos, y que abrazó con felicidad la idea de hacer uno ahí. Y así continúa la eterna migración con que los humanos preservamos eso que nos enraíza a la vida. Así llevamos nuestra tierra con nosotros.
Luego pasó algo inesperado. Bajé al sótano para ir al baño y me encontré con esto:
Y comprendí de un golpe que los seres humanos somos hermosos, que construimos con ondas sonoras dibujos que se entrelazan en el aire, que preparamos galletas y ponemos mesas de colores debajo de toldos para proteger del excesivo sol a otros seres humanos, que nos juntamos en parejas para hacer humanitos alegres.
Y recordé una noche, como diría Durrell, en otra ciudad, en otro tiempo, en la que una pena de amor me mantuvo insomne hasta que me arrulló el pensamiento de que al día siguiente podría acabarlo todo. En ese momento nunca habría imaginado que diez años después estaría sentada a una mesa bajo el sol, con amigos lindos y un hombre fuerte y genio y maravilloso, con un hijo en otro lugar pero presente, con una pelirrojita jugando debajo de la mesa. Sentí una inmensa gratitud.
*
Por todo esto, les entrego aquí, con las dos manos, un extraño regalo de Adviento: el poema que le escribió Luis Hernández a Brian Jones.
A un suicida en una piscina
No mueras más
Oye una sinfonía para banda
Volverás a amarte cuando escuches
Diez trombones
Con su añil claridad
Entre la noche
No mueras
Entreteje con su añil claridad
Por lo que Dios más ame
Sal de las aguas
Sécate
Contémplate en el espejo
En el cual te ahogabas
Quédate en el tercer planeta
Tan sólo conocido
Por tener unos seres bellísimos
Que emiten sonidos con el cuello
Esa unión entre el cuerpo
Y los ensueños
Y con máquinas ingenuas
Que se llevan a los labios
O acarician con las manos
Arte purísimo
Llamado música
No mueras más
Con su añil claridad.
Iglesia San José – Av. Dos de Mayo 569, Miraflores (frente a La Eñe)
4 comentarios:
El poema de Praxila es la respuesta de Adonis cuando en el Hades le preguntan qué es lo que más extraña de estar vivo.
Y luego esto, de Edith Sodergran: "Debemos amar la vida / sus largas horas de enfermedad / y sus estrechos años de deseo / como amamos los breves instantes / en que el desierto florece."
Como siempre me quede sin palabras con tan acertado final. Un placer leerte, realmente. Lilia.
Lilia, gracias por tu presencia constante, y por escribir... Un beso y disfruta estos días!
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