Galletas para un día de lluvia
Está lloviendo, granizando, tronando. Sale humo azulado de las chimeneas de los vecinos. Por la mañana preparé masa de galletas, pensando en una tarde golosa con los niños. Hice un cuadrado grueso, lo envolví en film y lo metí en el refrigerador, guardándolo, como dicen en inglés, para un día de lluvia.
Hoy ha sido un sábado casero, de esos que no tengo desde hace tiempo. Cuando empezó a chispear prendí el hornito y corté el cuadrado en rectángulos. Salieron del horno y corrí al refrigerador, que está por ahora afuera de la cocina, porque esto necesitaba un vaso de leche fresca.
No hay mucha historia hoy; mi esposo se ha ido de expedición y sigo sintiéndolo en la casa. Escribo esto, trato de escribir esto, mientras Lautaro me jalonea y me empuja, mientras Celeste me pregunta cuál es mi color favorito y me cuenta que va a dibujar una flor. Y a veces debo escribir igual, debo compartir igual la receta que ha sido perfecta para esta tarde gris, fecunda, tormentosa, callada. Debo escribir con la distracción, con los niños escondiéndose detrás de las cortinas, haciendo sonidos inventados, cantando canciones inventadas. Mi hija está vestida de princesa. Mi bebé tiene una chompa de un celeste antiguo. Mi hijo se fue a su clase de violoncello, después de colgar toda la ropa que ahora está siendo lavada otra vez por el granizo. El sol estaba fuerte, el cielo azulísimo, había nubes blancas y gordas. Y así es.
Las galletas son una versión peruanizada de las shortbread de pecanas de mi ídolo David Lebovitz, de su libro Ready for Dessert. Puse castañas peruanas en lugar de las pecanas. Son una de las galletas más rápidas que he hecho. Así que vamos, uno nunca sabe cuándo llegará el próximo día de lluvia.
Oblongos de castañas
En la casa de mi bisabuela alguien llevó una vez un cuento sobre un reino en el que todo era oblongo. Más largo que ancho. Las ruedas eran oblongas, los platos eran oblongos, imagino que hasta la corona era oblonga. Me fascinó el concepto de un libro con concepto, me fascinó todavía más la palabra, y la idea de que un rey pueda moldear su mundo a su capricho.
Fue por esas épocas que llevé a la casa de la bisabuela un libro que se llamaba A Rainy Day Book, un libro lleno de juegos, chistes, adivinanzas, trucos de magia y claves para espionaje, todo para días lluviosos. Mis primas y yo sometimos a nuestras mamás a una representación de nuestros chistes favoritos ("Hijito, come tu espinaca para que tengas color en la cara." "¡Pero mamá, yo no quiero tener la cara verde!" En fin.). Era un libro de otra época, en la que cuando hacía sol salías al jardín, cuando llovía jugabas dentro de la casa. Sin teles ni tabletas. Así ha sido esta tarde. Una tarde de otra época.
280 gr. de harina sin preparar
1/4 cdta. de sal marina
225 gr. de mantequilla con sal
150 gr. de azúcar rubia
1 cdta. de extracto de vainilla
100 gr. de castañas u otra nuez, tostadas y picadas
En el tazón de tu batidora -o en un tazón si no tienes batidora- pon la mantequilla a temperatura ambiente en cubos, Cúbrela con el azúcar. Bátela a velocidad mínima, o con cuchara de madera, hasta integrarlas, pero no más. Añade la vainilla.
En otro tazón mezcla el harina con la sal. Anádela a la mezcla de mantequilla y azúcar. Mezcla hasta que estén apenas integradas.
Añade las castañas. Mezcla.
Estira un pedazo de film sobre tu mesa de trabajo. Echa la masa sobre él. Forma con las manos un cuadrado o rectángulo de 3 cm. de alto. Tápalo con otro pedazo de film. Llévalo a la refri una hora por lo menos.
Precalienta tu horno a 180 C. (190 C en altura). Pon un pedazo de papel manteca sobre tu lata de hornear.
Corta la masa por la mitad, cada mitad en cuatro, y luego en pedazos oblongos de unos cuatro centímetros de alto y unos dos de ancho. Ponlos en la lata, dejando un par de centímetros entre cada galleta. Hornéalas unos 15 minutos, hasta que estén ligeramente doradas en la base. Déjalas enfriar. En una lata se conservan por algunos días, pero quién quiere eso?
2 comentarios:
Ale - I always love reading your posts. Aun mejor que ya conozco desde donde los escibes. I am so grateful for my time with you and your family and send you all much love from New York. Siempre - Alison
Alison linda. Thank you for always being there!
I love you!
Alessandra
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